lunes, 13 de enero de 2014

Infinitud


(el autor, cuando muchacho, en Granada)

Pienso a menudo en qué consistía la sensación de perpetuidad ilimitada que impregnó mi infancia. Voy llegando a la conclusión de que ese sentimiento que me embargaba nacía de los tres meses de veraneo, azules, dorados, idénticos a sí mismos, sin cambio alguno. Unas veces en la Vega Alta de Granada, otras en la Dehesa de Campoamor.

Como quiera que la ciudad, Madrid, cortaba esa plenitud de mis largos y cálidos veraneos, siempre me he considerado ajeno al bullicio y a las obligaciones ciudadanas.

No me gustaba, ni me gusta, Madrid. 

4 comentarios:

  1. Naciste libre, el campo y el mar es tu destino.
    Es tu hogar, la libertad de vivir en libertad, es lo tuyo.
    Lo urbano te mata el alma.

    Besos de colores niño Manuel.

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  2. "Estos días azules y este sol de la infancia".

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  3. Debió existir otro Madrid que yo no conocí y que en nada se le parece al de hoy. Bueno es mirar hacia la campiña, huyendo de este ambiente que nos envenena.
    El autor,cuando muchacho, era clavadito a su madre.

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Pienso que l@s comentarist@s preferirán que corresponda a su gentileza dejando yo, a mi vez, huella escrita en sus blogs, antes bien que contestar en mi propio cuaderno. ¡A mandar!