jueves, 8 de marzo de 2012

Granada: Casería de Los Cipreses



A mi madre

En la vega de Granada las fincas de regadío son conocidas como “caserías”. Mis abuelos maternos construyeron en la de su propiedad una casa cortijo al estilo andaluz. El predio se llamó con lógica y armonía “Los Cipreses”, pues a esa especie pertenecían los preciosos ejemplares que escoltaban el largo carril de entrada.

La casa se inauguró el 12 de septiembre de 1927 para acoger los festejos de la boda de mis padres, ya que a tal fin fue expresamente levantada. Mi madre me recordaba que ese día se conmemoraba el “dulce nombre de María”. Y yo rememoro ahora a mi madre, la persona más dulce que ha existido. Era toda generosidad, bondad y ternura. Vivió para los demás, nunca para sí. Pocos días antes de morir entré en su habitación. Muy débil ya, me dijo: “déjame mirarte a los ojos. Quiero saber cómo estás”. De su sufrimiento, ni una palabra.

La casería, de regadío y con algunos marjales de secano para cereal, era labrada por el capataz de la finca, llamado Frasquito, con la ayuda de tantos jornaleros cuantos lo requirieran la estación y los cultivos. Su mujer, Ángeles, tenía un diente de oro y se ocupaba de tareas domésticas, que incluían amasar el salvado para las gallinas, recoger sus huevos y evitar que una perra mil razas llamada Cuqui me mordiera más de la cuenta. Aún hoy día, cuando desayuno cereales con salvado, me acuerdo de Los Cipreses.

A principios de los años cincuenta, el trigo, la avena y la cebada se segaban a mano. La trilla se hacía con mulas, en eras preparadas a tal fin apisonando un rodal de tierra. La parva quedaba tendida en la era después de trillada y se aventaba con horcas para separar el grano de la paja. Luego se cernía aquél en cedazos. Algunas veces dormí en la era con los segadores. Tan exótica experiencia ha dejado en mí dos nítidas vivencias. La primera es que las picaduras de mosquitos de era son una buena pejiguera. La segunda, que las briznas de paja esparcidas al viento pican más que los mosquitos. Pero yo era feliz.

El ciclo del cultivo del cereal se cerraba en septiembre con la quema de los rastrojos. Tarea apasionante. Se elegía una tarde desventada y con rastrillos extendíamos el fuego estratégicamente por los cuatro costados de un haza. El olor a paja quemada me duraba días en el pelo. Por lo visto se siguen quemando rastrojos en zonas cerealeras de España y continúa también la polémica sobre si tal práctica es beneficiosa o perniciosa para la capa fértil del suelo. Útil no lo sé, divertido mucho.

11 comentarios:

  1. El mejor homenaje a la mujer que podías hacer hoy: bellísimo y escrito con el primor al que nos tienes acostumbrados.

    Un beso de mujer ( o dos).

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  2. Nadie como tú para hilar tan hermoso homenaje en los retazos de estos recuerdos que nos tienen atrapad@s.

    Un beso

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  3. un homenaje ,que no permite palabras
    excelente mi amigo
    saludos

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  4. Luminosa y bella.
    Lindo homenaje a través de esta evocación.
    Un abrazo.

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  5. Qué infancia más afortunada, y el recuerdo de tu madre es emocionante, fue generosa y amante de sus hijos hasta en el último momento.
    Una herencia de esa magnitud es imposible que la dilapiden los años.

    Un abrazo.

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  6. Personalmente me sobra el resto del texto al que veo como un relleno para rebajar la emoción.

    Así recuerda mi pareji a su madre y así recuerdo a la mía. Espero que, también así, me recuerden mis hijas. Hay indicios.

    "A mi madre

    Y yo rememoro ahora a mi madre, la persona más dulce que ha existido. Era toda generosidad, bondad y ternura. Vivió para los demás, nunca para sí. Pocos días antes de morir entré en su habitación. Muy débil ya, me dijo: “déjame mirarte a los ojos. Quiero saber cómo estás”. De su sufrimiento, ni una palabra."


    Besos, abrazos y muchas gracias

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  7. Me olvidaba decir algo.

    Ser madre y ser recordada como recuerda usted a la suya gusta mucho y compensa no tener ese cuerpo perfecto de las hermosas damas que usted fotografía.

    (Sonrisa)

    Besos

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  8. Increíble el parecido, especialmente en la nariz y la boca... Seguro que también será mucha la herencia interior. Besos.

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  9. De esas historias de ayer que se enlazan con el hoy. Pero siempre llegan del recuerdo de las manos mas amadas del mundo: la mujer que nos trajo a el o la que nos recogio cuando la que nos trajo nos abandono. Que al final, o al principio, eso es lo mas importante.
    Es el homenaje a todas las que se lo merecen.
    Lindos recuerdos.
    Un abrazo

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  10. Te dejo enlace a mi blog. Soy más ratón de biblioteca que escritor.

    http://eljardindelalbaydero.blogspot.com.es/2012/07/antiguas-caserias-y-almunias-del-nuevo.html

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  11. Estudiando la cuestión hay una cosa que no entiendo. Su abuelo materno poseía la finca y construyó el Cortijo de los Cipreses que fue inaugurado el día de la boda de sus padres. Pero ahora bien, dispongo de planimetrías y documentación que evidencia que el Cortijo/Casería de los Cipreses al borde del antiguo Camino de Jaén/Camino de Bailen (hoy carretera de Jaén) existía en 1887 y fue registrado por el Cuerpo del Estado Mayor del Ejército. Asimismo, el documento del juicio por aguas del año 1809 evidenciaría que los Cipreses existían mucho antes de la supuesta construcción de su abuelo. ¿Quien era el supuesto propietario de la Casería de los Cipreses llamado llamado Manuel Martínez de Arroyo que realizó la denuncia por el uso del agua de la acequia que discurre por esa parcela?

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Pienso que l@s comentarist@s preferirán que corresponda a su gentileza dejando yo, a mi vez, huella escrita en sus blogs, antes bien que contestar en mi propio cuaderno. ¡A mandar!