lunes, 18 de julio de 2011

Los Cipreses ( capítulo noveno y final )



( Mi madre y mi padre en fotos del álbum familiar )


Un divertido plan que introducía variedad en aquellos largos y cálidos veranos surgía cuando los mayores decidían, una noche cualquiera de cielo estrellado, organizar una expedición para, una vez cenados, llevar a toda la tropa a tomar helado a Los Italianos de la Gran Vía. Este programa, además de entretenido, era saludable ya que se trataba de caminar desde la casería hasta la Gran Vía, paseo que algunas veces se prolongaba hasta la plaza de Bibarrambla. Ida y vuelta pueden ser siete u ocho kilómetros. De muy pequeño más de una vez hice el regreso a hombros de algún adulto.


Mi madre era muy fervorosa. En el campo de entonces no era raro blasfemar. Pero ello no convenía a los oídos de mi madre. Tampoco gustaba de saber que alguien cercano o conocido no cumplía con el precepto dominical. Un verano amenazó con toda su dulzura al recovero que traía a casa, en carro con burra, provisiones que no producía nuestra finca, con borrarle de la lista de proveedores. Consternación. A partir de entonces aquel hombre, dentro de los linderos de Los Cipreses, no volvió a mentar nada sospechoso de rozar a Dios, la Virgen o los santos, y aportaba cada semana, lo prometo, un certificado del párroco de Maracena, que daba fe de su cumplimiento de la obligación dominical. ¡O tempora! ¡O mores!


No conocí a mis abuelos paternos. Sé que Don Valeriano Torres fue Coronel Auditor y que estuvo en la guerra de Cuba. Doña Encarnación López‑Sáez era persona de abolengo, según me dicen. En contra de una leyenda romántica que atribuía el origen del apellido Torres a raíces árabes, mi tío y padrino, Manuel Torres López, catedrático de Historia del Derecho, me aseveró que tenía documentado que los Torres provenimos de Burgos, cosa que, por cierto, coincide con lo que ponen los libros que tratan del origen de los apellidos. Y con las repoblaciones y asentamientos que la Corona de Castilla iba propiciando según y conforme avanzaba la Reconquista. 

Me imagino que otro tanto sucede con tradición semejante sobre el apellido Rojas y su pretendido origen hebreo. Por un lado ¡vaya Vd. a saber! y por otro ¡qué más da...! Consulto el diccionario Espasa de apellidos españoles y leo que el primer apellido de mi madre ¡también proviene de Burgos!; Rojas es topónimo de un pueblo de esa provincia, desde donde se extendió por toda España, siendo particularmente recurrente en Andalucía y posteriormente en América.

A veces pienso, y no consigo rememorarlo con precisión, en nuestro último veraneo familiar en Los Cipreses. Me produce aflicción evocar que mi postrer verano allí, no fue percibido por mí como tal. Imagino, pero no estoy seguro, que el final de Los Cipreses fue abrupto: dejamos de ir todos de golpe. Y punto. Ahora sé que nunca encontraré todas las piezas para hacerlas encajar en este puzzle de añoranzas.


Luego vendrían más de veinte años con la casería cerrada y huérfana de todos nosotros. En raras ocasiones me atreví a viajar hacia el pasado, llevando por compañera alguna novia de turno. La finca de Los Cipreses  primero se dejó de utilizar para solaz y recreo y luego se abandonó la labranza. Los muebles, muchos de ellos de valor no sólo afectivo, fueron unos repartidos de cualquier manera y otros almacenados en el convento de las Capuchinas de San Antón, en el que pasó su vida la tía Emilia Rojas, y otros, por fin, botín de ladrones. Creo que también hubo algún incendio y que centenarios cipreses ardieron fulminados por los rayos.


Mi madre sufría de melancolía en los atardeceres granadinos cuando miraba hacia Maracena, en cuyo cementerio están enterrados los Rojas. Y yo padezco hoy del mismo mal, cuando recuerdo a mi madre, a aquellos largos y cálidos veranos y el triste fin de la Casería de Los Cipreses, ayer huerta, hoy yerma, a la espera, tal vez, de ser sembrada de bloques de viviendas.

Moraleja:

La Casería de Los Cipreses es hoy propiedad de un empresario de la construcción de gran éxito y fortuna, nacido precisamente en Maracena y de quien se cuenta que en sus comienzos trabajó de obrero en el gremio del ladrillo. Mi padre me dijo una vez que la justificación última del sistema capitalista es que el dinero cambia de manos. Amén. Pero sigue sin gustarme.
Hermanos presentes en el acto de otorgamiento y firma de la escritura de compraventa me cuentan que, el comprador exclamó ante el Notario: “¡Hoy, mi madre, de estar viva, hubiera sido feliz! ¡La finca de los Rojas en mis manos!”

P.S.El día 14 del mes de noviembre de este año de gracia de 2011 mi madre hubiera cumplido ciento ocho años.

16 comentarios:

  1. He leído con gran interés. ¡Tan interesante es lo que muestras!
    Esa mezcla de melancolía, tierno dolor y añoranza, me ha conmovido.


    Amigo, un abrazo!

    ResponderEliminar
  2. Sencillamente lo has bordado, desde el principio hasta el final. Nos has paseado por tu infancia, por tus sentimientos y por las costumbres de la época, dejando caer, como al descuido, incluso tus creencias o parte de ellas en materia de lo que ahora llamaríamos "justicia social, igualdad y todo eso".

    A mí me ha encantado, sobre todo porque me has hecho recordar muchas cosas de mi infancia (con lo de la ciruela me acordé de cuando me subía a los árboles a coger albaricoques verdes, cosa que nunca podré volver a hacer, supongo).

    Besos

    ResponderEliminar
  3. Gracias amigo Manuel por abrir tu corazón y alma, con tus recuerdos en este capitulo noveno y final de"Los Cipreses".
    Un homenaje a tus querida tierra y antepasados, escrito para la posteridad ,con gran maestría y grandes y profundos sentimientos de felicidad y dolor de un tiempo tan feliz para ti y los tuyos , en tu vida rodeado de tu gran familia.

    Mis felicitaciones por regalarnos tus letras en cada capitulo ,que están escritas con tinta de sangre de tu alma y corazón, en tus recuerdos vividos... y nadie te quita lo bailao....

    Besos de MA para ti, desde tierra granadina.

    ResponderEliminar
  4. Tu abuelo paterno en la guerra de Cuba!! Y mira, mucho después estuviste allí, qué bueno!!!

    Aquí en mi paisito hay unos cuantos Rojas.

    Para mí, el final, doloroso. Ay, ese capitalismo. Y esa madre feliz...no sé qué decir.
    Que me voy con la sensación de tristeza y melancolía del final. Lo siento, pero es así.

    Un abrazo fuerte.

    ResponderEliminar
  5. Ha sido un placer leer esta introspectiva historia. En serio, un verdadero placer.

    ResponderEliminar
  6. Querido Manuel, después de una semana de ausencia debida a mis vacaciones que no han hecho sino comenzar, vengo a empaparme de otra de tus magníficas entradas. Se palpa en ella fidelidad a la realidad y una gran sinceridad y sencillez, pura emoción, así eres tú. Hoy traes el sentimiento por un lugar tan amado y el cariño por los que lo habitaron.
    Un abrazo amigo.

    ResponderEliminar
  7. Sí,querida Susi,son cosas que pasaron por fuera y...se me quedaron dentro...¡Gracias Amor!

    ResponderEliminar
  8. ¡Gracias María! Tus ojos me leen,abiertos y comprensivos...¡Treparás por las más altas ramas de tu huerta.como cuando antes! Beso a pie de árbol

    ResponderEliminar
  9. ¡Gracias MA! ¿Escribimos para vivir o vivimos para escribir? ¿Qué piensas tu? Besos

    ResponderEliminar
  10. Manuel amigo mio, a tu pregunta ,te diré que escribo para vivir desde que un día en la madurez de mi vida lo descubrí casualmente en mi blog. El blog de MA.
    Soy adicta a la escritura por herencia materna y no lo sabia jajaja.

    Yo escribo y muero cada día por amor a las letras , a las palabras ,desde que descubrí el vicio sano, de la escritura, me gusta jugar con las palabras en mi mente y en soledad ,me dan compañía y me siento viva disfruto escribiendo es muy placentero ,es como si alguien me dictara la palabra escrita con alma corazón y vida, escribo con sentimiento para mi y mis lectores que me motivan animan a escribir y me leen.
    ¿Y tu?


    Besos de luz y de color de Paisana a paisano.
    Feliz semana.

    ResponderEliminar
  11. ¡Eso es,querida MA! La fascinación por bellas e inútiles palabras...De no poder escribir,seremos cuentacuentos orales.Tú y yo.

    ResponderEliminar
  12. hermoso es ver a un hombre lleno de recuerdos...me ha gustado tu nombre del blog...Habana,será por mi Habana de Cuba?

    un saludo

    "...Benditas aguas que me recuerdan tu amor
    por mi,
    tu hijo/a cubano
    naufrágo...
    perdido..."

    ResponderEliminar
  13. ¡Bienvenida amiga Jayja! Claro que sí, tu Habana es mi Habana, la ciudad más bella y alegre y decrépita y triste...¡Amo La Habana! Quisiera, pienso a veces, morir allí...Abrazos y gratitudes para usted.

    ResponderEliminar
  14. Observo, compungido y y arrepentido, que me falta por agradecer el cariño de Andri y de Pilar: soy un desastre y un desastre. Mil perdones a ambas y un millón de besos para cada una de ellas, mis amigas queridas.

    ResponderEliminar
  15. Encantada por leer tu narración de ese "discreto encanto de la burguesía" de los años 50.
    Cuando empecé a viajar a Andalucía, en los años 70, aún se sentía en la vega de Granada ese aroma que se desprende de tu narrativa.
    Espero que sigas relatando, ahora desde los madriles.
    Aprendí muchísimo al leerte, amigo. Tu relato es todo un panorama de los hábitos y costumbres de la España profunda y, además, una enseñanza de los entresijos de la descripción en narrativa. Por otro lado, leer Los cipreses es leer el ser humano que eres.
    Sigue, sigue, que te acompaño.
    Te abrazo con respeto, admiración y afecto.
    Con la acostumbrada venia, Señor Escritor.

    ResponderEliminar
  16. ¡Cuánto agradezco tu osado comentario, querida Tania! ¿Gastaré la palabra "gracias"? Te abrazo y rindo mi pluma ante la tuya...

    ResponderEliminar

Pienso que l@s comentarist@s preferirán que corresponda a su gentileza dejando yo, a mi vez, huella escrita en sus blogs, antes bien que contestar en mi propio cuaderno. ¡A mandar!