A saber, en mi barrio los inmuebles suelen tener una escalera principal, con su ascensor, que en nuestro caso era de la firma Munar y Guitart, y otra escalera de servicio con un montacargas, a fin de dar acceso a pisos de segunda categoría, esos que no tienen balcones a la calle sino ventanas con vistas al llamado patio de manzana. Quiere decirse que aquel inmueble era una especie del “up and down” de los edificios ingleses, pero en horizontal.
Las familias más pudientes vivíamos en los pisos exteriores y las menos en los pisos interiores que, en el caso de Claudio Coello 38, eran muy luminosos, puesto que el patio de manzana es inmenso. Según fuera su orientación, resultaban incluso más agradables, por su luz y su silencio, que los pisos exteriores propiedad de los “señores” más principales.
El marqués que construyó nuestro barrio tenía una gran fortuna, que se jugó con variada suerte en diferentes aventuras empresariales. Fue Ministro de Hacienda, y de Justicia, con Isabel II. Pagó la deuda nacional con su propio dinero. Fundó los ferrocarriles españoles. “Fichó” para su palacio de Madrid, en el paseo de Recoletos, al cocinero del Zar de todas las Rusias. E instaló en él la primera bañera de agua corriente que hubo en Madrid.
Arriba cuento que en Claudio Coello 38 había dos ascensores, el principal y el montacargas de servicio. Con ambos tuve experiencias inquietantes y repetidas. Cuando subía yo solo, una vez apretado el botón del tercer piso, el “elevador” no obedecía la orden y seguía subiendo al cuarto, al quinto, y al sexto, en donde rebotaba en algún tope anclado en el techo. Entonces empezaba una caída que nunca era excesivamente rápida pero sí constante y alarmantemente progresiva. Me daba tiempo para pensar si en esa ocasión el trompazo sería grave. Ensayé y perfeccioné una técnica que consistía en dar un salto de forma que anulase el porretazo contra los grandes muelles del armazón exterior del ascensor. También me hice diestro en la práctica de abrir las puertas interiores y exteriores del ascensor y bajarme en marcha. Para ello era necesario pulso y cálculo, pues en aquella operación de desalojo el artefacto volante había de coincidir exactamente a ras de un piso cualquiera.
Estas aventuras “ascensoriles” no me han producido pesadillas con escalofríos y sudores y esas cosas que se leen en los libros. Cuando las recuerdo, tantísimos años después, me doy cuenta que me pude haber matado. Sencillamente. Pero no sueño con ello.
En Claudio Coello la vida familiar era plácida. Como yo soy el sexto de los hermanos fui naturalmente educado por los mayores y, sobre todo, por la yaya Sagrario en quien mi madre, que bastante tenía con ir pariendo a todos sus hijos y con aguantar el carácter de mi padre, delegó nuestra educación. Tan es así que al nacer mi hermana Nita, que me sigue a mí en la escala, cuando en la clínica bajaron a la criatura del nido se apoderó de ella la yaya Sagrario y preguntó a mi madre, postrada en cama después de su octavo parto, más varios abortos espontáneos entremedias, si de la niña se iba a encargar la señora o ella “como siempre”. Mi madre se limitó a mirarla con ojos de dolorosa sin decir ni pío.
Estas aventuras “ascensoriles” no me han producido pesadillas con escalofríos y sudores y esas cosas que se leen en los libros. Cuando las recuerdo, tantísimos años después, me doy cuenta que me pude haber matado. Sencillamente. Pero no sueño con ello.
En Claudio Coello la vida familiar era plácida. Como yo soy el sexto de los hermanos fui naturalmente educado por los mayores y, sobre todo, por la yaya Sagrario en quien mi madre, que bastante tenía con ir pariendo a todos sus hijos y con aguantar el carácter de mi padre, delegó nuestra educación. Tan es así que al nacer mi hermana Nita, que me sigue a mí en la escala, cuando en la clínica bajaron a la criatura del nido se apoderó de ella la yaya Sagrario y preguntó a mi madre, postrada en cama después de su octavo parto, más varios abortos espontáneos entremedias, si de la niña se iba a encargar la señora o ella “como siempre”. Mi madre se limitó a mirarla con ojos de dolorosa sin decir ni pío.
Que barbarídades!!!!
ResponderEliminarY yo pensando en otro tipo de aventuras en el ascensor...
Besos mil
¡Gracias Pilar! El pensamiento no delinque y el ascensor estaba acristalado por sus cuatro costados. Mil besos.
ResponderEliminarManuel amigo mio un placer leer tus vivencias y costumbres de una época de clases,dentro de las clases en el Madrid del Barrio Salamanca tu barrio.
ResponderEliminarAntes las familias casi siempre eran numerosas en todas las clases sociales.
Ya veo Monolillo que tienes siete vidas como los gatos jeje.
Tenias ideas de niño travieso de pasarlo divino de la muerte con tus ideas y pensamientos de chaval despierto e inventor de planes en tu Madrid gris.
Besos de luz y de color para ti de tu amiga MA.
¡Gracias,amiga MA!
ResponderEliminar¿Te acuerdas?: "Al olor de la sardina el gato ha resucitado...¡Marramamiau,miau,miau...!"
¡Siempre tan cariñosa!
Manuel, rematadamente inquieto y revoltoso y estás vivo de milagro. Seguro que tu madre estaba contigo en un ¡Ay!.
ResponderEliminarHasta el 3º poco puede hacerse en un ascensor, qué estrés.....
Me gustan tus recuerdos, el barrio, los ruidos y silencios de la casa compartida y tus avatares.
Un abrazo amigo.
¡Millones de gratitudes para LOLI SALVADOR! Llevas razón; cuando escribo estas cosas siento que en mi fuero íntimo no he cambiado: soy un ser individualista y de soledad...
ResponderEliminarBesos con mucho cariño.
Me imagino tu experiencia de acertar con los pisos en la caída del ascensor...y creo que debe haber sido emocionante para vos realizarla.En tener que ejercitar el pulso nada más, ya hay toda una aventura que te carga de adrenalina, porque si no se da el tirón justo a tiempo, te podés quedar entre dos pisos. A mí me encantaba cuando mi mami nos llevaba a las grandes tiendas con ascensores el tener que subir los pisos en ellos. Claro, yo era niña de tierra rasa.Por tus comentarios,me imagino que tu madre fue realmente una santa.Me encantó sobremanera este recuerdo y la forma tan fresca y ágil como lo escribiste. Un beso Manuel María.Felicitaciones.
ResponderEliminar¡Siempre tan amable y encantadora, amiga Haydée Norma Podestá! Puestos a elegir, yo hubiera preferido ser, como tú, niño de tierra rasa (¡Qué bella expresión!) Muchos besos y abrazos.
ResponderEliminarMi familia no tan numerosa como la tuya pero con carnet de los de antes, no recuerda ascensores siempre escaleras no se si eso nos hace menos pudientes, no se...
ResponderEliminarHoy te vas a hartar de mi así que esta vez no te dejo besos sino un buen achuchon
Me llega el olor de vecindario de familias de casa bien, de escalera silenciosa - sin el ruido de la radio a todo trapo- y casi veo los picaportes abrillantados por un portero, como no, discreto y servicial. Que no te hayan dejado dejado secuelas los viajes en el ascensor, prueba que eres un tipo soñador y recio. Vamos, digo yo.
ResponderEliminarAmaltea, así fueron las cosas. Portero de librea con su botonadura de hojadelata sobredorada, en la escalera principal. En la de servicio, montacargas al aire, olor a repollo cocido y Radio Madrid con Boby Deglané.
ResponderEliminarEl portero se llamaba Manolo y murió de leucemia cuando yo tenía once años.
Abrazo.
40añera de los Sagrados Corazones y de los Cármenes benditos ¡Por eso sacaste tipazo, por subir a pie! No te canses, aguanta, todavía no...
ResponderEliminarAbrazos tiernos
Yo te sigo viendo así, un poco revoltoso pero está vez desde palabras...tienes el don de arrastrarnos, a los que te seguimos en tus historias y que nos pegue un susto pensar en el dichoso ascensor...
ResponderEliminarQue ideas de niño alborotador...
Creo que aún conservas...
Un besito desde un barrio cercano.
unirlo todo y hacer una vida de eso...interminable...como para dejarla en un baúl como tesoro familiar que todos, los hijos venideros, podrán disfrutar...un tesoro amigo, eso un tesoro...
ResponderEliminar...Ven y regocijate en mis manos
que se llenan cada minuto de mis letras
ven y acércate a estas miles de creencias...
Lo que le apetece a Ofelia, sigue mis historias fielmente...¿cómo puedo agradecer su afecto y su lealtad? Pensaré en algo...que no sea la palabra gastada, ¡Gracias cercanas!
ResponderEliminarJayja para tí..., yo te estaba esperando...¡Gracias!
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