La casería, de regadío y con algunos marjales de secano para cereal, era labrada por el capataz de la finca, llamado Frasquito, con la ayuda de tantos jornaleros cuantos lo requirieran la estación y los cultivos. Su mujer, Ángeles, tenía un diente de oro y se ocupaba de tareas domésticas, que incluían amasar el salvado para las gallinas, recoger sus huevos y evitar que una perra mil leches por nombre Cuqui me mordiera más de la cuenta. Aún hoy día, cuando desayuno mi ración de cereales, me acuerdo de las gallinas de Los Cipreses.
En aquellos años, el trigo, la avena y la cebada se segaban a mano. La trilla se hacía con mulas, en eras preparadas a tal fin apisonando un rodal de tierra. La parva quedaba tendida en la era después de trillada y se aventaba con horcas para separar el grano de la paja. Luego se cernía aquél en cedazos. Algunas veces dormí en la era con los segadores. Tan exótica experiencia hace que no tenga en olvido dos nítidas vivencias. La primera es que las picaduras de mosquitos de una era de trillar son una buena pejiguera. La segunda, que las briznas de paja esparcidas al viento pican más que los mosquitos. Pero yo era feliz.
El ciclo del cultivo del cereal se cerraba en septiembre con la quema de los rastrojos. Tarea apasionante. Se elegía una tarde desventada y con rastrillos extendíamos el fuego estratégicamente por los cuatro costados de un haza. El olor a paja quemada me duraba días en el pelo. Por lo visto se siguen quemando rastrojos en zonas cerealeras de España y
continúa también la polémica sobre si tal práctica es beneficiosa o perniciosa para la capa
fértil del suelo. Útil no lo sé, divertido mucho.
( la foto, tomada por mí, no corresponde al lugar ni al tiempo en que transcurre el relato, aunque guarde relación con ellos )
Manuel tu grato relato y vivencias me ha traído recuerdos del ayer en mi tierra granadina.
ResponderEliminarCuando niña con mis hermanos en las eras de mi pueblo nos subíamos en la trilla tirada por mulas o burros conducidas por el campesino o labrador o dueño de la parva o era, dando vueltas por el redondel de la parva debajo quedaba el cereal y encima la parva trillada era divertido esa experiencia vivida de niña.
Todas las eras estaban llenas de cereales para trillar y había mucha vida al rededor de la cosecha.
Se veían abubillas y lagartos por el lugar entre otros animales. Jejeje.
Un abrazo fraternal de MA para ti amigo.
¡Gracias, mi querida MA! Me parece recordar que a las abubillas se les nombraba como "purputas"...Besos
ResponderEliminarQué retazo maravilloso... no me extraña que prendiera en tu zona de los recuerdos, Manuel!
ResponderEliminar¡La fotografía, una ayuda a la imaginación, aunque no contenga las coordenadas exactas!
¡Saludos de amarillos campos!
Qué suerte la tuya, tener la experiencia de vivir directamente una actividad agrícola, trascendental - no exagero-y lo que se movía a su alrededor. La mayoría de la gente es, somos, incapaces de hacer una descripción tan precisa como la que escribes. Sin la tierra nuestra existencia tiene los días contados, así de importante es el trabajo en el campo.
ResponderEliminarAnda que no me has traido recuerdos de temporadas en el campo de mis abuelos.
ResponderEliminarYo me metía al gallinero con un cestito de esparto ¿cómo no siendo de donde soy? a buscar los huevos.
Y de las mulas también me acuerdo, anda que no eran altas (o me lo parecían a mí que era una enanita, jaja).
Besos
La infancia en el campo, entre lo obvio que se recuerda como mágico, recuerdos felices.
ResponderEliminarUn beso
De mi experiencia con los trillos ya he hablado alguna vez.
ResponderEliminarVeo que hablas con MA de abubillas, en Aragón se les llama burbut.
Me he quedado con esas tareas del campo que mi abuelo ponía en este orden: mover, binar o dar una segunda reja, sembrar
y allanar la tierra con la atabladera.
Además de vivencial es un texto muy instructivo.
Gracias Manuel.
¡Gracias Susi! Tomé la foto hace tres días, desde el tren en marcha y con el móvil; debe ser a la altura de Miranda de Ebro...Eres un cielo galego. Besos
ResponderEliminar¡Gracias Amaltea! Tuve la fortuna de pasar los largos veraneos de mi niñez en el campo; me identifiqué con el paisaje y el paisanaje. Herencia: sé estar a solas conmigo mismo. Abrazos
ResponderEliminar¡Gracias María! Me subían al trillo tirado por mulas y, a veces, por una yunta de bueyes. Altas y tercas son las mulas, sí señora. Besos.
ResponderEliminarSí, querida Pilar! Tiempos de estar pegado a la vida real que no se halla en despachos y oficinas. Besos.
ResponderEliminar¡Caramba Loli, querida, qué lección de términos rurales! Recuerdo lo de tus trillos: ¿por qué no escribes más cosas de tu abuela y sus dichos? Besos y más besos.
ResponderEliminarNunca se sabe cómo es mejor. Es uno de los eternos y gastados dilemas...que si así porque así va bien y que si asá no porque asá va mal. Entonces quien quema, que queme, y quien no quema, que no queme.
ResponderEliminarPor otro lado, son bellas las letras de tus recuerdos. Está de más que te lo diga, tú bien lo sabes.
Aprovecho para dejar aquí algo que leí en un blog. Me gustó y ya que estoy, lo comparto contigo:
"Me educaron para el éxito y mi mayor éxito es saber que no tengo educación (...) Soy un loco, estoy loco. Allá los cuerdos con su educación."
Jesús Quintero
(¿Quién es Jesús Quintero?, pures no lo sé, no se nada, tengo mucho qué aprender. No sé ni cómo he llegado a escribir las cosas que he escrito. Tal vez porque la inspiración es caprichosa y escoge a quien se le antoja. No considero que escribo, mas sí considero que algo en mí lo hace...un montón de rabia acumulada (qué bonito sería tener recuerdos más positivos y decir lo que tú al final de este post), que manifiesta en cada inspiración y hasta en no inspiración un ser diferente, todos yo misma, con amor y desamor, desesperación y sosiego muy pocas veces (al contrario tuyo), sumisión y practicas no recomendables. Desnudarme tampoco lo es, ¿verdad?, pero lo hago porque luchar contra mí misma se me hace difícil. Mejor, aunque no lo admita, me acepto así y sigo adelante, leyendo tus memorias, que son enriquecedoras, llenas de detalles como dice la mayoría que atentamente te sigue con gran cariño. Me encanta porque lo valoras y eso se nota en las palabras de sus opiniones y en su fidelidad. Te felicito!)
Continúo. Es que hoy he entrado a esta Venezia con ganas de leer.