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domingo, 14 de febrero de 2010

PUNTO G

(El Pais Semanal)

Esta supuesta zona erógena de la anatomía femenina ha dividido a la comunidad científica en los últimos años. ¿Existe? ¿Lo tienen todas las mujeres? ¿Está en la vagina o en el cerebro? Recientes estudios calientan aún más el debate.

Desde que en 1950 el ginecólogo alemán Ernst Gräfenberg lo describiera como “una zona erógena muy definida” en la pared anterior de la vagina, la búsqueda del punto G femenino ha polarizado a la comunidad científica. Los detractores han llegado a afirmar que su geografía es tan borrosa como la de un OVNI ginecológico. Los partidarios defienden su identidad como un Sangri-La del placer.
 Después de sesenta años, el rastreo de esta estructura biológica en el cuerpo femenino no ha arrojado resultados concluyentes para que haya consenso entre expertos. El británico Tim Spector, profesor de epidemiología genética, y la psicóloga Andrea Burri, ambos del King’s College de Londres, enviaron un cuestionario sobre costumbres sexuales por correo y validaron las respuestas de 1.804 voluntarias. Una de las preguntas era: ¿cree tener en la pared anterior de su vagina una pequeña superficie del tamaño de una moneda de 20 peniques sensible a la presión?
 El cuestionario fue dirigido a mujeres mellizas –con un 50% de los genes– y gemelas idénticas, cuyo genoma es igual en un ciento por ciento. Si el punto G es real, y si una gemela idéntica cree tenerlo, sucederá lo mismo con su hermana. Pero esto no fue lo que encontraron estos expertos. En líneas generales, “la mitad de las mujeres respondió que pensaba que poseía este punto G, mientras que la otra mitad creía que no”, explica Spector, en conversación telefónica desde su casa en el Reino Unido.
 Ahora bien, al comparar las respuestas entre los dos grupos –las gemelas idénticas y las mellizas– el equipo de Spector no encontró diferencias estadísticamente significativas. “Coincidían o estaban en desacuerdo sin que importara cuánto material genético compartían, lo que nos dice que, sea lo que sea (el punto G), no implica influencia genética. Fue muy sorprendente. Esperábamos encontrar algo”.
Anteriormente, en trabajos con gemelos idénticos, Spector había mostrado que el orgasmo femenino tiene componentes genéticos en un 40%. El nuevo estudio, publicado recientemente en la revista Journal of Sexual Medicine (JSM), concluye que del punto G no hay ni rastro. “Si hubiéramos realizado este trabajo hace diez años, nadie nos habría creído. Pero ahora sabemos que si medimos correctamente las variables, sabremos si tienen o no base genética”, asegura este experto.
“Las mujeres que afirmaban que sí lo tenían experimentaban más orgasmos con más facilidad y disfrutaban de una mejor vida sexual. Dado que los medios de comunicación están pregonando que el punto G es mejor para su vida sexual, ellas podrían relacionar ambas cosas. Pero no hablamos de una entidad fisiológica. Las diferencias encontradas no se explican mediante la presencia de una zona del tamaño de una moneda, es algo más genérico. Podría ser que existieran un centenar de puntos G y que cada mujer tuviera el suyo propio. Creo que es mucho más útil hablar sobre esto que centrar el debate a la antigua sobre una zona que nadie ha probado anatómica o fisiológicamente”.