( La boda de mis padres )
En la vega de Granada las fincas de regadío son conocidas como “caserías”. Mis abuelos maternos construyeron en la de su propiedad una casa cortijo al estilo andaluz. El predio se llamó, con lógica y armonía, “Los Cipreses”, pues a esa especie pertenecían los preciosos ejemplares que escoltaban el largo carril de entrada.
La casa se inauguró un día doce de septiembre para acoger los festejos de la boda de mis padres, ya que a tal fin fue expresamente inaugurada. Mi madre me recordaba que ese día se conmemoraba el “dulce nombre de María”. Y yo rememoro ahora a mi madre, la persona más dulce que ha existido. Era toda generosidad, bondad y ternura. Vivió para los demás, nunca para sí. Pocos días antes de morir entré en su habitación. Muy débil ya, me dijo: “déjame mirarte a los ojos. Quiero saber cómo estás”. De su sufrimiento, ni una palabra.
Que las celebraciones fueron sonadas lo prueban testimonios escritos, fotografías y la tradición oral. La doble escalinata de la entrada noble a la casa no bastaba para acoger todo el vuelo de la cola del vestido de mi madre. Mi padre vestía el uniforme del cuerpo de Abogados del Estado, al que acababa de ingresar por oposición.
Busco y rebusco en revejidos álbumes familiares y separo una foto de aquel solemne día. Sí, la cola del vestido de la novia desciende escalón a escalón y se arrastra por el jardín... la foto se acaba, pero no el vestido... hay pajes Luis XVI, con albas pelucas llenas de tirabuzones y también damas de honor, entre ellas tía María Luisa y tía Rafaela, ambas con bucles y caracoles, esta vez naturales y oscuros, además de blancas redecillas a manera de casquetes en sus cabezas, y veo abanicos plegados y ramos de flores naturales. Tía Emilia es una de las damitas que lleva la cola. Las flores del regazo de la novia, mi madre, son nardos, flor y aroma que hoy prefiero. Mi padre, alto y moreno. Mi madre está pálida y... ¿asustada?
Eran otros tiempos. Mi madre solía decirnos: “entregué a vuestro padre mi voluntad en el altar”. Con los años tendrían nueve hijos. Hablando de entregar a otros la voluntad de uno, práctica no recomendable, contaré que tía Rafaela y tía Emilia profesaron en las Clarisas Capuchinas. La primera de ellas hizo mejor carrera pues llegó a Abadesa del Convento de Chauchina y tiene hoy abierto en la curia vaticana expediente para su canonización. Es fama su muerte en olor de santidad. Eso cuentan los más chochos del lugar.
Entregar la voluntad. Impresionante!
ResponderEliminarQue bonito Manuel!! la boda de tus padres fué como de cuentos de hadas no?...Cuando yo era pequeña me encantaba que mi madre me relatara su historia de amor con mi padre...y me has recordado esos momentos...Un abrazo!!
ResponderEliminarEntre entregar la voluntad a persona equivocada o ganar el cielo tras gobierno en la tierra, creo que la tia Rafaela, no hizo mala elección, que abogados del Estado, guapos y atentos no hay tantos y a la familia ya le había tocado uno ¿no?
ResponderEliminarPreciosos recuerdos de encaje y limón.
¡Gracias,princesa Claudia! Bienvenida a tu casa, que queda a tu voluntad. Abrazo
ResponderEliminarEres muy gentil querida Siksika. ¡Eran otros tiempos,con un cierto aroma decadente! Un cariñoso abrazo para ti
ResponderEliminar¡Gracias Pilar! Al morir mi madre, mis hermanas encontraron en los armarios de ella ¡el uniforme de la foto!...Un abrazo canónico
ResponderEliminarFotos y remembranzas.
ResponderEliminarEl poder de una imagen es asombroso: nos transporta al pasado .
Y en ese viaje recuperamos momentos y frases puntuales .Es así.
Tiernas y sabias las palabras de tu madre :Necesitaba "mirarte a los ojos para saber cómo estabas".Era tu estado lo que le importaba.
Andan diciendo por ahí...que para conocer lo que pasa por el sentimiento del otro es necesario buscar en su mirada.En ella está la alegría o la pena.
La mirada no puede fingir.
No engaña.No simula.No actúa.
Bella y sentimental evocación con aroma a cipreses.
A cipreses y a amor.
La imaginas leyendo esta entrada ?
Y su mirada dirigida a tus ojos?
Yo si.
Un abrazo.
Pues...francamente,mi querida Carmela,nunca me paré a pensar en semejante escena "viscontiniana"...¿quién resistiría sin llanto?
ResponderEliminarHas elegido una foto para novelar, como esas sagas centroeuropeas que recrean un mundo que ya no existe, con sus amores, amoríos, descarriados, felices, beatas, soñadores, militares y todo lo que cabe en una familia de tanta magnitud. Cuenta, cuenta.
ResponderEliminarLos recuerdos, evocando tiempos que son "ahora" gracias a tus textos. Tendrás que proseguir, como te sugiere alguna lectora, con la saga de los nueve.... Un abrazo.
ResponderEliminarP.d. Los doctors, siempre mandando cosas...
Pues sí, Amaltea:tengo un hermano en el Tercio y otro tengo en Regulares y a otro tercero lo tengo,preso en Alcalá de Henares.
ResponderEliminar¡Gracias Hac! Tanto que mandas,a ver si mandas a por pasteles...
ResponderEliminarMe desbordo en alegría cuando recojo los tonos sepias de tus historias de vida y recuerdo.
ResponderEliminarMi beso con morriña.
Gracias Claudia
ResponderEliminarHermoso cuento...me ha encantado encontrarte y leerte
ResponderEliminar¡Millones de gracias a la insigne escritora "Recomenzar"!
ResponderEliminarAmigo Manuel. Preciosa esta entrada, me ha gustado mucho el escrito de postín y la boda con abolengo.
ResponderEliminarHablando de voluntad, cuántas cosas se pueden entregar por amor con libre albedrío.
un abrazo
Siempre es bueno empezar desde el principio. Me imprimo tu historia ahora mismo y la leo despacito, e iré comentando en las que no he comentado aún.
ResponderEliminarUn abrazo.
Andri
Qué recuerdo el de tu madre! Hizo sintiera un algo que en el pecho, que quisiera explicar, pero preferiré conservarlo para mí.
ResponderEliminarBonito post, seguiré leyendo.
Empecé ahora a leer Los cipreses. No cierres el libro, déjalo abierto sobre la mesilla que a ratos vendré a continuar la lectura. Gracias por los momentos mágicos.
ResponderEliminarCon una venia.
¡Gracias Tania Alegría! Ya sabes que mi mesilla es tu mesilla...y mi agradecimiento perdurable.
ResponderEliminarTe agradezco Estimado Manuel, la narrativa tan detallada sobre el caserío de los cipreses, yo me he criado en el barrio de la cruz, frente Traumatologia y ahora vivo mas cerca aún, ese sitio tiene algo mágico, te agradezco esas fotos que con tu permiso he guardado y que me llenan de emoción.Recibe un cordial Saludo.
ResponderEliminarGermán.
sanchezgerm@gmail.com
Te agradezco Estimado Manuel, la narrativa tan detallada sobre el caserío de los cipreses, yo me he criado en el barrio de la cruz, frente Traumatologia y ahora vivo mas cerca aún, ese sitio tiene algo mágico, te agradezco esas fotos que con tu permiso he guardado y que me llenan de emoción.Recibe un cordial Saludo.
ResponderEliminarGermán.
sanchezgerm@gmail.com
Hola Manuel,tan solo pasaba a saludarte y dcirte q es uno d mis paisajes preferidos para recrearme,imaginarme..me pierde..
ResponderEliminarDaria lo que fuera por hacer un recorrido por dentro..
Un saludo de esta granadina.