viernes, 18 de febrero de 2011

Hugo Chávez, El Huerfanito VI



( capítulo sexto )

Así que noté a Chávez tan modosito la otra noche. Si la facturación de la compañía petrolera pública venezolana significa la mitad del producto interno bruto del país, pues eso significa, en cristiano, que la cosa está jodida.

El comandante me mira como yo debía mirar a mi loquero de la clínica de Madrid.

- Convendría más, doctor Torres, que platique usted de todo esto directamente con nuestro Jefe.

Levanto la sobremesa y digo a mi hermético señorito de compañía que haga el favor de llevarme al hotel, pues deseo echar un pegadillo.

En el Tamanaco reparo en que las toallas y sábanas tienen agujeros, que el papel del retrete se parece al de estraza, que los grifos del baño tienen roña y la moqueta más mugre que la cama de un ciego.

Me despierta el teléfono.

- Doctor Torres, le paso una llamada de palacio.

Un acento dulce me ruega que acepte la invitación del Jefe para desayunar el día de mañana. A las 6:45 a.m. en punto. Para ello debo estar en el lobby del hotel a las 6:15, también a.m.

Me contenta haber dormido la siesta, pues esta noche no me puedo acostar si debo cumplir con el horario propuesto y aceptado.

Paso la noche bebiendo agua mineral en el Pom-pón Club, donde fui recibido, como socio de honor, con una acriollada interpretación de la musiquilla de Casablanca.

- ¿Puedo hablarle francamente? pregunto al comandante. Sin esperar su contestación inquiero sobre el resultado de los planes estatales para industrializar el país y hacerlo menos dependiente del petróleo.

A las 6:45 a.m. estábamos Chávez y yo desayunando él y cenando yo. Pegaditos a un estanque andaluz repletico de nenúfares y agapantos.

- ¡Eres un gran carajo! Ya veo que te dedicas a joder a preguntas al asistente que te puse. Te cuento yo mismito de qué va la vaina del petróleo.

Otorgo y callo. Aliento a Hugo Rafael al estilo vernáculo:

- ¡Epa, compadre!, ¡échale bolas, pués!

Me cuenta que las cosas han cambiado. Hay que adaptarse a los nuevos tiempos. La güarandinga de los precios del crudo petrolero se debe a que los chinos han inventado, están fabricando y van a distribuir de a poco, un motor que funciona con agua del grifo. Vivíamos mejor cuando el imperialismo decía que quería exportar la democracia y lo que hacía era importar petróleo.

No sé cómo consolar a un hombre hundido. Si le digo que no hace falta ser pobre para ser puta, igual va y me mira feo. Intento animarle con un toque ecológico:

- Jefe piensa que la naturaleza lo va a agradecer muy y mucho. Y que Venezuela tiene para dar y tomar con su Amazonas, su Orinoco y sus selvas vírgenes, sus muchas sabanas y que si p’aquí que si p’allá. Si el petróleo va a ser sustituido por el agua, aquí también hay mucha agua.

- Ya, pero tal como va la vaina, vamos a terminar comiendo mierda y no se si habrá para todos.


Agradezco a Hugo el rico pabellón criollo que nos hemos zampado, que tuve la prudencia de desengrasar con un plato de lechoza y un sorbete de guanábana y parchita.

Mi ilustre anfitrión me acompaña hasta el porche de la residencia. Me despido de él con un abrazo de viejos camaradas y con un proverbio chino, pero cuya autoría encasqueto a Buda para no meterle el dedo en el ojo:

- Si tu cabeza está en las nubes, mantén tus pies sobre la tierra. Si tus pies están el la tierra, mantén tu cabeza en las nubes.

Sobre las ocho y media de la mañana me devuelven a mi hotel y me duermo.

Con la atardecida me despierta una frasecita que llegó a mis oídos en la edad media de la edad antigua. La voz me taladra: “las mujeres son como los hombres, sirven para todo. No como ellos, que no sirven para nada”. Digo a la voz: ¡ojalá fuera yo viento y ella se desnudara el pecho y acogiera mi soplo!

En la barra del hotel el barman me invita a un trago por los viejos tiempos.

- A pepa de ojo, ¿cuánto vale el barril de la franja bituminosa del Orinoco?, pregunto.

El hombre que ha preparado mi palo de ron picando hielo con un martillo de alpaca en el cuenco de su mano, dice:

- Nada. Cero. Estamos comiendo cable, doctor. Nos meteremos el excremento del diablo por donde nos quepa. ¡Tremendo peo se formó!

1 comentario:

Pienso que l@s comentarist@s preferirán que corresponda a su gentileza dejando yo, a mi vez, huella escrita en sus blogs, antes bien que contestar en mi propio cuaderno. ¡A mandar!