( foto Getty/ Christopher Furlong )
Lluvia y frío. El encargado de Linogar, tienda de ropa para la casa, me para por la calle:
− Don Manuel, hace mucho que no vemos a su mujer por la tienda.
Sonrío:− Don Manuel, hace mucho que no vemos a su mujer por la tienda.
−Es natural. Tampoco yo la veo por casa. Hace tiempo que me dejó. ¿Cómo van las ventas?
Me dice:
− Regular. Era mejor local el anterior, el de la esquina de frente por frente.
Sigue el hombre con sus cavilaciones. Me mira hondo y suelta:
− De todas formas, a mí lo que me gusta es el toro.
Me quedo de muestra, cual perro perdiguero:
− ¿El toro?
Sigue:
− Si, Don Manuel. Soy mozo de espadas.
Me enseña su carné profesional del sindicato correspondiente. No me cuesta mostrar curiosidad:
− ¿Lleva ahora a algún matador? Inmediatamente me doy cuenta de que he confundido los oficios de mozo de espadas y de apoderado. Pero ya no tenía arreglo.
Sigue el hombre del toro:
− Claro, estoy con zutanito, un chico de Salamanca que promete. El domingo toreamos en Almagro.
Le doy la mano y deseo suerte. Se despide:
− Estoy loco por dejar la tienda. A mí lo que me gusta es el toro. ¡Ah!...cuando se empareje usted de nuevo, no deje de recomendar a ella mi establecimiento.